Sentido, valores y legado

El sentido de vida es el único camino posible hacia la autorrealización. No hay manera alguna de desarrollarnos y crecer en lo personal si no es a partir de lograr altos niveles personales de sentido de vida.

El sentido de vida es camino, luz, satisfacción, encuentro y puede ser disfrute y alegría. Es la razón por la cual nos sentimos dichosos y agradecidos de estar vivos y es lo que nos empuja a dar pelea cuando las circunstancias nos son adversas.

Y este sentido de vida se expresa en nuestra vida. En nuestra cotidianeidad. Está siempre ahí, alumbrando. A veces por nuestras actividades, preocupaciones y tanto correr lo perdemos de vista. Pero aun así, ante tanta demanda y corrida si nos conectamos con nuestro ser espiritual, nos podemos reconectar con nuestro sentido de vida. 

Para encontrar nuestro único sentido de vida los faros que nos alumbran son los valores. Pero estos valores no solo deben ser expresados, sino percibidos por todo nuestro ser. De tal manera que un paso previo y necesario a la hora de lograr nuestra autorrealización y nuestro sentido de vida, es lograr afinar y preparar nuestro ser para lograr amplios niveles perceptivos. Para esto hay algunas cosas que nos pueden ayudar:

  • Ir más despacio: el disfrute de un instante no se logra yendo a las apuradas. Al momento para disfrutarlo hay que saborearlo y eso no se hace apurado. Andar sin prisa y con mayor serenidad nos ubica en un mejor lugar para la percepción de las cosas.
  • Ejercitar la contemplación: la contemplación es uno de los fundamentos de la Filosofía. Hay que tratar de observar sin perder la capacidad de asombro. Ir por nuestro barrio con la mirada “del turista”. Esa mirada que busca descubrir y anda libre de preocupaciones.
  • Reconectarnos con nuestro cuerpo: nuestro ser es una unidad y el cuerpo es parte esencial de este. Estar en armonía con nuestro cuerpo nos eleva para estar más afinados con el sentido de vida. Para esto hay que ejercitar y cuidar nuestro cuerpo como se pueda. 
  • Re-educar nuestra respiración: la respiración es la manera de conectarnos con una de las fuentes de la vida: el oxígeno. Respirar más suave y profundo produce relajación de nuestro sistema nervioso central, lo que clarifica nuestro pensar y nos predispone de buena manera.
  • Afinar nuestra atención: conectarnos con el instante y con lo que acontece en él. El sentido del momento requiere de una buena atención.

Ahora bien, legar es transmitir. Y esa transmisión puede exceder incluso la existencia física del que lega. Porque las ideas, los valores y las creencias no perecen y se siguen retroalimentando en la vida misma. Porque el legado sabe renacer en otro ser y este se lo puede apropiar y lo puede hacer circular. Y entonces el legado continúa y se enriquece con el aporte de cada uno. Más allá del tiempo. Más allá del espacio.

Los valores que lega un padre a sus hijos se convierten en pilares inconscientes que conforman una manera de ver el mundo. Perseguir la honestidad, el respeto, la tolerancia pueden ser marcas que hemos legado y que nuestros queridos viejos nos han transmitido desde la puesta en acto de valores. 

En este sentido, es bueno comenzar a dar cuenta de que valores hemos legado de nuestros otros significativos. Porque no solo se lega lo que suma. Hay transmisiones que pueden estar afectando nuestra vida de manera negativa y que tal vez no estemos reconociendo. 

El legado entonces es una fuerza movilizadora de deseos, valores e ideas que se transmiten. El legado se pasa, el legado viaja, alumbra y se renueva. El legado no sabe de olvidos. Se ofrece a cada espíritu que busca y se abre. Se propone como potencia de conocimiento y de acción. Se fortalece ante la diversidad de personas que captan su esencia y se encomienda a seguir siendo. A seguir existiendo. A seguir vivo. Como el legado de Jesús, que es vida y Amor multiplicado.

Lanosa, H. (2016). Valores para una Vida Espiritual (Introducción). Pymedia.