
Viktor E. Frankl (1905-1997) fue un brillante intelectual, Doctor en filosofía, Psiquiatra, Neurólogo y creador de la Logoterapia. Recordemos que la Logoterapia es un modelo psicoterapéutico y filosófico que abona en la búsqueda del sentido de vida de las personas para lograr un proyecto de vida superador. Para este autor:
“El amor es un acto espiritual por medio del cual se puede arribar a lo más profundo de la personalidad del hombre. Nadie puede conocer la esencia de otra persona si no la ama. El acto de amar a otro posibilita la contemplación de los rasgos esenciales del otro amado, así como también su potencialidad que aún no ha sido revelada. Más aún, el amor posibilita a la persona amada, en muchos casos, la actualización de sus potencialidades, ya que puede “empujar” al otro a consumar sus inadvertidas capacidades personales” (Frankl, 2001.p56).
Sentir amor es propio de cada uno. Cada cual siente como puede. Pero entonces cuando hablamos de Amor, ¿de qué estamos hablando?
Nadie tiene la autoridad para determinar cuándo un sentimiento amoroso es verdadero, fundamentalmente porque el sentimiento es subjetivo; pero así como cuando hablamos de benevolencia o bondad podemos comprender qué significa ese valor a partir de aunar o compartir algunos criterios al respecto, con el Amor ocurre lo mismo.
Hay un referente fundamental que ha estudiado de manera notable el fenómeno del amor: Erich Fromm. Para este autor, el amor maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad. El amor es para él un poder activo en la persona, un poder que puede atravesar las barreras que separan a las personas y que nos capacita para superar el aislamiento sin perder nuestra integridad. En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno siendo dos (Fromm, 2002).
¡¡Pero atención!! Para que el amor pueda constituirse se necesita de algunas cuestiones esenciales: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento. Las analizaremos una por una.
Que el amor implica cuidado se hace evidente, por ejemplo, en la relación de una madre por su hijo. El amor implica la preocupación activa por la vida del ser amado. Cuando falta tal preocupación activa, no hay amor.
Por su parte, el ser responsable es un acto enteramente voluntario y constituye la respuesta a las necesidades de otro ser humano. Significa estar listo y dispuesto a responder por el ser amado.
Pero esta respuesta necesita de un tercer componente para no caer en la posesividad: el respeto. El respeto no significa temor ni sumisa reverencia; sino que más bien es la capacidad de ver a una persona tal cuál es y alentarla en su desarrollo libre y auténtico. De tal forma que el respeto hacia la persona amada solo es posible si uno ha alcanzado la propia independencia; y solo existe sobre la base de la libertad.
Por último, es oportuno destacar que el respeto depende del conocimiento. Parece imposible lograr respetar a una persona sin conocerla. Por tanto, el conocimiento del ser amado es otro elemento esencial y constitutivo del Amor.
Entonces, tomando en consideración la idea de Amor desarrollada por este notable autor, podemos reflexionar sobre nosotros mismos y preguntarnos: ¿Realmente cuidamos a quien amamos? ¿Logramos dar la mejor respuesta que podemos hacia esa persona? ¿La respetamos en su manera de ser, o queremos que se adapte a nuestras formas? Y en última instancia, ¿conocemos profundamente a quien decimos amar?
Ahora bien, así como existen diferentes tipos de relaciones humanas, existen diferentes “clases” de Amor. En este sentido, Fromm (2002), propone cinco tipos de Amor:
Amor de padres a hijos: a grandes rasgos, se puede decir que la función de la madre es darle la seguridad en la vida y la del padre la de autoridad y guía. El amor de la madre por “el niño que crece” es un amor que no espera nada para sí. Es un amor generoso; pero es deseable que la madre anhele que su hijo se torne independiente y llegue a separarse de ella. En el caso del padre, este debe ser paciente y tolerante, no amenazador ni autoritario. Debe darle al niño un sentido de competencia que posibilite en el futuro ser su propia autoridad. Hay una evolución de la seguridad e incondicionalidad del amor materno hacia la independencia y competencia soportada por la relación paterna. La base de una buena salud mental se encuentra en la síntesis entre la relación materna y la relación paterna.
Amor fraternal: es la clase de amor más fundamental y se soporta en el “mandamiento” bíblico —ama a tu prójimo como a ti mismo—. El amor fraternal es amor entre iguales y puede expresarse mediante la ayuda y el acompañamiento. El amor solo comienza a desarrollarse cuando amamos sin que esto sea necesario para fines personales. La compasión es el elemento de conocimiento e identificación del amor fraternal.
Amor de pareja: como la idea de deseo sexual está ligada a la de amor, es repetido incurrir en el error de que cuando se desea sexualmente se ama. La atracción sexual puede crear por un momento la idea de unión, pero si el amor erótico no conlleva la premisa de amar desde la esencia del ser, no es verdadero amor. El amor debe ser esencialmente un acto de la voluntad, de decisión de dedicar la vida a compartirla con el otro amado.
Amor a Dios: amar a Dios representa amar la totalidad de lo que se esfuerza por alcanzar. Amar la divinidad de la vida. El reino del mundo espiritual, del amor, la verdad, la justicia. Amar la vida misma. De tal forma que se considera a la vida valiosa, en la medida que posibilita la realización de lo que Dios y/o lo divino representa en cada uno.
Amor a uno mismo: para que un individuo logre amar verdaderamente a otro ser, es necesario que primero pueda amarse a sí mismo. Por lo tanto es correcto afirmar que el Amor a uno mismo es la base del amor hacia otro. Por lo que cabe preguntarnos:
¿Qué tal vengo con el cuidado hacia mi persona?
¿Y con la responsabilidad hacia mi ser?
¿Me respeto, soy auténtico conmigo mismo?
¿Cuánto me conozco?
Lanosa, H. (2016). Valores para una Vida Espiritual (Introducción). Pymedia.
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